6/2/14

Conductores.

Supongo que durante mucho tiempo pequé de ingenuo, y cada vez que un coche se pegaba a mi parachoques trasero haciendo luces para que me apartara de su camino, cada vez que uno me obligaba a dar un volantazo porque había decidido saltarse un stop, cada vez que intentaba en vano que alguien me dejara incorporarme a un carril, yo me decía que esto de los coches debía ser un artilugio del demonio que sacaba lo peor de nosotros mismos, que nos convertía en seres antipáticos, egoistas, agresivos…  Qué mala se vuelve la gente al volante, pensaba.

Sin embargo, hoy me ha asaltado una idea terrible: ¿Y si, después de todo, resulta que conduciendo y sin conducir somos exactamente idénticos?