5/4/21

Media hora tarde

Fue bajando la calle Lavapiés cuando me llamó la atención la voz de un hombre a mi espalda. No me asusté porque era mediodía, pero el hombre gritaba y reía y se lamentaba como para hacerlo. Pensé que tal vez hablaba por teléfono con alguien, qué conversación extraña. Voy a ser famoso, decía. He escrito un libro, dijo después, y eso sí me sobresaltó. Me giré sin dejar de caminar. ¿Has escrito un libro? Famoso, respondió riendo. El hombre era de un negro denso que contrastaba con los colores brillantes de su camiseta de fútbol. Mi mente valoraba posibles orígenes geográficos: Jamaica, Congo, Camerún. Llegaba tarde y decidí aligerar el paso. Estará borracho, pensé. O loco. Estoy solito y nadie me quiere, gritó. Parecía una burla. De pronto me asaltó una idea escalofriante: el hombre no estaba borracho ni loco, sino en trance. Me acordé de aquel rito yoruba. Me pregunté si el jamaicano me estaría parodiando, si sus gritos serían una teatralización burlesca de mis bucles mentales. Pensé en girarme de nuevo y preguntarle algo, pero la calle pareció inclinarse unos grados más y me alejé de él, seguí caminando sin mirar atrás, con mi hija de la mano.