Aguardo en la acera apoyado en el teclado Casio como si se tratara de un extravagante bastón. Enseguida se acerca una niña gitana de unos seis años. Todavía está a algunos metros cuando me llama de ese modo al que nunca me acostumbraré.
- ¡Señor! ¿Puedo tocarlo, señor?
-No se puede tocar. Está desenchufado.
Sin embargo ella ya lo está tocando. Parece que no quiere dejarse ninguna tecla ni ningún botón.
-¿Por qué no suena?
-Ya te lo he dicho, está desenchufado.
-Entonces, ¿para qué lo quiere?
-¿Que para qué lo quiero? Bueno, cuando quiero tocarlo, lo enchufo.
-Pero, ¿por qué lo tiene aquí?
-Es que se lo van a llevar.
-¿Se lo van a llevar? ¿Quién, la policía?
-¡No, hombre!
-¿La ambulancia?
-Se lo va a llevar una sobrina mía. Se lo regalo.
-¿Y dónde está tu sobrina?
-Ahora vendrá.
-¿Cómo se llama?
-Julia.
-¿Y el resto de tu familia?
-Su hermana se llama Violeta. Sus padres, Alberto y Laura.
-¿Y los demás?
Alguien me grita. En la esquina, un poco más allá, me hace señas mi cuñada. Comienzo a alejarme con el teclado bajo el brazo.
-¡Lo vas a tirar! -suelta la niña con la mirada llena de esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario