11/9/21

Noctario

Que alguien te cuente un sueño es una pesadilla, dice Ramón Eder. Y además, es una mentira. O una verdad a medias, que no es lo mismo pero es igual. Me estoy dando cuenta estos días en que he decidido recuperar uno de mis hábitos infantiles,  mi primera aproximación a la escritura: la narración de sueños.

Los sueños son una maraña con múltiples capas en perpetuo movimiento. Al tirar de un hilo, otros desaparecen de la vista. No es sencillo ni siquiera definir un orden cronológico. Nada que sea lógico, de hecho. Los sueños se resisten con todas sus fuerzas a ser fijados y ordenados. Su narración es necesariamente una simplificación, y la mente despierta olvida, descarta, relega a las sombras ciertos pasajes, ciertas sensaciones. La imaginación rellena huecos y grietas. Narrar un sueño es traducirlo. Una traducción descabellada. No como dicen algunos traductores, llevar algo de una orilla a otra. Llevar algo de un planeta a otro.

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