12/6/16

Desabastecimiento

La imagen es desoladora: una fila interminable de familias, los niños apagados y pegajosos, colgados del cuello de sus padres, mientras estos los distraen del sudor, del opresivo apretujamiento, con palabras dulces y canturreos al oído, pisoteando la impaciencia con pasitos de baile al son de la melodía silenciosa de la desesperanza. 

Una absoluta vergüenza que esta imagen se repita una y otra vez en un país supuestamente civilizado como España, la fila tan lenta como un cercado de estacas, la espera tan larga que permite seguir la trayectoria del sol, asistir desesperado al deslizamiento de las sombras. Qué humillante verse obligado a guardar esa cola educadamente, sin permitirse apenas un gruñido, todo por los niños, para  no destruir la ilusión de normalidad, para evitarles el sufrimiento de comprender que en un mundo mejor, en uno más justo, no tendrían que estar ahí media tarde para montar en la atracción de los coches de Dora la exploradora.


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