9/6/20

Pau

Muere Pau Donés. 53 años. No me interesaba demasiado su trabajo, nunca he escuchado un disco suyo, pero ahí está el poso imborrable de un puñado de canciones. Y me caía simpático. Su paso de la publicidad a la música fue tiempo atrás estimulante para mí,  porque hacía de alguna manera plausible que yo pudiera hacer lo mismo en algún momento de mi vida. Además, su muerte me lleva a pensar en la de mi hermana, que murió a una edad similar y de la msima enfermedad, cáncer de colon con metástasis en el hígado. Y, claro, me lleva a pensar en la mía. En que yo también podría morir a esa edad. O antes. Podría morir ya, y me invade una profunda melancolía. ¿Qué quedaría? Unas cuantas brechas emocionales. No muchas, pero unas cuantas. Mis hijos y mi mujer, sobre todo, lo pasarían mal. Ellos son los que tendrían una cicatriz para siempre. Quizá algunos amigos. Algunos clientes tendrían que llamar a otro. Nada irremediable. Dejaría una mesa terriblemente desordenada. Algunos libros a medio leer. Docenas de ideas y de proyectos dispersos que acabarían, antes o después, en la basura. Imposible eludir la sensación de no haber aprovechado el tiempo, de no haber desplegado mi potencial. Qué vanidad. Solo puedo estar medianamente orgulloso de haber sido, o al menos intentado ser, un buen padre.

Qué vacuo el trabajo, algunas envidias, algunos rencores. Qué absurdas las tensiones políticas, las tertulias, las banderas, el ruido. Qué insignificantes, qué frágiles, qué vulnerables somos todos, y qué juntos estamos en nuestra vulnerabilidad.

Cuánto tiempo perdido en menudencias. Cuántos sueños aparcados en el futuro por pereza. O por cobardía. Era un tipo creativo y con sentido del humor, podrían decir algunos. Tenía ciertas aptitudes para el dibujo, la música, la literatura. Poco más.

Recuerdo una anécdota contada, creo, por John Berger. El pintor Oskar Kokoschka impartía una clase de dibujo y, en cierto momento se acercó al modelo y le pidió al oído que se dejara caer, que fingiera desmayarse o morir, y así lo hizo, hecho que como es natural inquietó sobremanera a los estudiantes. Todos se mostraron muy alarmados pensando que había muerto de manera fulminante. El modelo, entonces, se puso de nuevo en pie, y Kokoschka les dijo: Ahora, dibujadlo sabiendo que está vivo.

Así habría que vivir también, sabiendo uno que está vivo.

Me parece que voy a ir pidiendo cita para una colonoscopia.

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