Llego tarde, así que acelero el paso. Mientras adelanto a una señora de mediana edad y un joven de unos veinte años, probablemente madre e hijo, el chico dice con toda naturalidad:
-Yo creo que el que más te odia de la familia…
Me paro en seco. Robar conversaciones viene a ser como robar carteras. Hay que ser discreto, volverse invisible. Finjo consultar el móvil. Cuando me sobrepasan, me cuelo en su estela, y me aproximo a ellos sigiloso como una culebra. El hijo continúa:
-El que más te odia, el primero de la lista es…
-La abuela Ana-, termina la mujer.
-No, no. La tía Gema, ella es la que más te odia.
-Ah -musita la madre.
-Después, sí, la abuela Ana, que te odia también bastante. El que menos te odia es probablemente papá.
-Pues no sé qué le he hecho yo a la tía Gema para que me odie tanto.
-Pues sí que te odia, sí, te odia un montón.
-Y la abuela Ana desde el principio, además.
Me detengo. Ellos prosiguen en silencio. A pesar del sol en su vestido blanco, la madre se apaga. El hijo lleva pantalones cortos, y camina con los gruesos muslos muy juntos. Su imagen resulta desoladora. Sin darse cuenta siquiera, han sido desvalijados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario