Crecer es también una batalla por la intimidad. Una lucha que comienza a librarse el día en que nacemos, y en la que tenemos que pelear por cada centímetro, ganar terreno a los demás en nuestra propia piel hasta hacerla realmente nuestra.
Envejecer es ser testimonio de nuestras batallas perdidas, de cómo aquellas fronteras ensanchadas con paciencia geológica se estrechan a nuestro alrededor como un nudo corredizo que termina atrapándonos irremediablemente y dejando nuestro cuerpo a merced del invasor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario