6/4/20

CORONAVIRUS, la serie. Episodio 2x04

La mujer del señor le pide por enésima vez en estas cuatro semanas que se afeite y se corte el pelo. Por qué, dice él. Estarás más guapo, dice ella. Y él señor sigue a lo suyo, ver crecer la hierba en su cara.

El señor piensa en los cambios. No es el único. De hecho, no hay prácticamente nadie que no esté pensando en las transformaciones que supondrá la pandemia. Están los que creen que la sociedad cambiará a mejor. Están los que creen que cambiará a peor. Están los que creen que seguirá igual que siempre. El señor no tiene claro a cuál de las tres corrientes adscribirse. Le inspiran ternura los optimistas, que imaginan un mundo justo y solidario donde el dinero será reemplazado por piruletas de colores, porque recuerda en qué quedó la célebre refundación del capitalismo tras la crisis de 2008. Le inspiran piedad los pesimistas, que fantasean con tal vehemencia con distopías ecofascistas que da la impresión de que secretamente las anhelan (¿son pesimistas o más bien masoquistas?). Es tentador sumarse a los que afirman que en esencia, todo volverá a ser como antes, para bien y para mal. Sin embargo, este es un discurso que parece diseñado más que para posicionarse, para desmarcarse, y rezuma tristeza, pasividad, amargura. Tras meditarlo a fondo (falso, lo medita solo unos segundos), da con una solución, al menos provisional: el mundo no cambiará, ya lo ha hecho. Y no ha sido ni a mejor ni a peor, sino a más surreal.

Eso explicaría los DJ en los balcones, los jabalíes en las calzadas, los viejos con jersey de rombos y casco de astronauta, la policía placando a runners y ciclistas, la pista de patinaje como morgue municipal,  los niños organizados en tribus de salvajes digitales, los trasteros enladrillados con papel higiénico, los funerales por Skype, el trending topic del Dúo Dinámico, los aviones vacíos surcando el cielo. También, un buen número de frases oídas aquí y allá con las que el señor piensa armar un Catálogo de Citas Imprevistas, y que arrancará con estas tres:

"Racionalicemos el miedo", megafonía de Mercadona.

"Es muy importante lavarse las manos", Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España.

"El sexo on line, los videochats, la masturbación o el sexting son buenas opciones", diario La Razón.

Definitivamente, el señor desdeña el continuismo,  rechaza la visión de la pandemia como paréntesis, y la del confinamiento como hibernación. La vida no está detenida ni suspendida. ¿O era más vida que esta pasar dos horas en un atasco, comprar sin necesidad y sin ganas, escapar de los hijos, hacerse selfies en un festi? No hay pausa posible. La vida fluye. Y se entrega gustosa al cambio. Envueltos en el capullo de nuestros hogares, la metamorfosis sigue su curso. Y desarrollamos nuevos tics, nuevas aspiraciones, vicios y fantasías impropias, tan inesperadas como un nuevo par de extremidades, unas alas, un caparazón. La pregunta no es ya si después, cuando esto pase, nos reconocerán los demás, sino si nos reconoceremos nosotros. Como cuando al regresar de vacaciones te miras en el espejo y te sorprende lo moreno que estás.

La mujer del señor le pide de nuevo al señor que se afeite y se corte el pelo. Te vas a comer el bigote, le dice. Me lo aparto, dice el señor. Debes de tener la barba llena de virus y bacterias, le dice su mujer. Me la lavo, dice el señor. Porfi, dice su mujer. A cambio de qué, dice él. Ella le promete hacerle caso en todo, darle la razón en todo, ser dulce como la miel. El señor mantiene silencio.
Ella le promete más sexo. El señor se afeita la cabeza al cero.


135.000 contagiados.
13.055 muertos.
2.850 detenciones.
Boris Johnson en la UCI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario