25/3/12

Encuentro

Cruzamos el parque despacio, muy despacio. El sendero está plagado de piedrecitas blancas que él va recogiendo como si fueran diamantes. Aún no se cree del todo que tener cosas en el bolsillo sea realmente tenerlas, así que trata sin éxito de sostener todas las que le parecen valiosas o atesorables en esas dos manos diminutas. Cada vez que añade una a su colección, pierde otras dos, que trata de recuperar pacientemente. Un poco más allá hay una señora paseando un perro (aunque también puede que sea un gato o un roedor bien alimentado). Informo a M de la presencia del cánido, y abandonando las piedras con desprecio, se lanza a la persecución del perrito, que no termina de decidir si escapar o quedarse a olisquear el pañal del recién llegado.

-Mira -le digo-, un perrito.

-Mira -dice la señora dirigiéndose al insignificante chucho-, un niño.

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