4/12/19

4.Un día en la biblioteca

Me quedaba cerca del lugar en que tuve una reunión hoy, así que me decidí de una vez a visitar la biblioteca nacional. Control de seguridad, pegatina en la solapa, cola para que me atiendan en la sala de información. Yo realmente solo quería acceder a la sala de lectura, pero la señora que me atendió estaba al parecer deseosa de que yo me hiciera el carné, y no uno cualquiera, sino el de investigador. ¿Tiene usted algún libro publicado? Y resulta que eso le abre a uno las puertas para manosear los manuscritos de santa Teresa o de Juan Ramón Jiménez. Me han hecho el carné, en el que figura una foto casi robada (no me dio tiempo, o me dio vergüenza, quitarme las gafas, así que salgo con ellas, mi primera foto oficial con gafas), cambio de pegatina, mochila y abrigo en una taquilla a cambio de 1 euro. Antes de entrar en la sala de lectura he mostrado mis pertenencias, en una bolsa de plástico, y han prestado especial atención a un cuaderno en el que garabateo un poco de todo y mis hijos juegan al ahorcado. Me he dado un paseo por la sala de lectura, imponente, como de thriller político, de  informe pelícano. Me he sentado en uno de los escritorios a echar un vistazo a mi cuenta de instagram. He salido de ahí, en el puesto de seguridad otro agente me ha vuelto a revisar el cuadernillo. He decidido subir a la sala de prensa, pero antes me ha interesado la planta 2. Le di al ascensor pero no respondía . Luego descubrí que no se movía porque ya me encontraba de hecho en la planta segunda. He subido, ahora sí, a la cuarta planta, la sala de prensa. Me he encontrado con un baño y he aprovechado para echar una buena meada. He ojeado las revistas. Me leí un par de artículos  de la revista Claves. Descendí hasta la planta 2. Fui haciendo fotos aquí y allá, mirando por todas las ventanas, pensando en alimentar mi cuenta de instagram. Se me ocurrió pasar al otro ala del edificio, en el que recordaba que se hallaba la cafetería. En el puesto de seguridad otro agente, cómo es posible, un tercer agente en el mismo puesto en menos de una hora, me revisa el cuadernillo. Paso al otro ala, en cuya entrada hay, por supuesto, un nuevo control. Me revisan el cuadernillo. Y cojo el ascensor hasta la cafetería, fantaseando con tomar un café en un lugar secreto y negado para la mayoría de madrileños. Me quedo allí lo justo para que se me impregne en la ropa el olor a calamares de hospital, cojo el ascensor de regreso. La misma agente me revisa de nuevo el cuadernillo. Abandono el edificio. En la escalinata, fotografío la escultura de Alfonso x el sabio de espaldas.

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