15/2/13

Lector furtivo

Si no me llevo un libro al parque cuando voy con mi hijo, no es por falta de ganas. De hecho, abundan los momentos tediosos en que el niño no pega a nadie, no se cae o no recoge cristales rotos del suelo, y en los que además, prefiere jugar con sus minúsculos amigos a hacerlo conmigo; por otra parte, el clima, más suave, y la luz, cada vez más omnipresente, son una sugerente invitación a la lectura. Así que, como digo, si no llevo un libro no es porque piense que no voy a disfrutarlo: es por pudor.

Me inunda una serena felicidad al imaginarme ahí, sentado en un banco, leyendo o simplemente hojeando un libro cualquiera, a la luz del sol que se filtra entre las ramas de los árboles, y alzando la vista de tanto en tanto para comprobar que todo va bien, y encontrarme con la mirada de M, sonreírnos y luego seguir cada uno a lo nuestro. Pero la ensoñación termina siempre abortando por el qué dirán. Me da vergüenza ser visto por los padres de los otros niños como un cultureta, un friki y un antisocial. 

Por suerte, ayer di con una solución, imperfecta, pero solución al fin y al cabo: leer en el móvil. Voy paseando, dando vueltas al parque, o siguiendo al niño cuando se aleja demasiado, y leyendo en la diminuta pantalla cuentos de Monterroso, por ejemplo, y esto ya me da menos apuro, porque estoy convencido de que mi actitud será seguramente disculpada, mis gestos sin duda interpretados como los de alquien que escribe un wassap o comprueba el correo por enésima vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario