12/3/20

CORONAVIRUS, la serie. Episodio 4.

El señor comienza el nuevo día con un poco más de energía. Su adicción a los titulares on line y los wassaps es ya irrefrenable. Cuesta centrar la mente en otra cosa que no sea la pandemia (ayer mismo la declaró la OMS como tal). Una sensación de absurdo lo invade.

Su mujer se queda en casa por temor a estar también infectada, no quiere correr el riesgo de contagiar a algún compañero. Bastante mal está llevando ya la crisis su empresa, especializada en grandes eventos. Los niños no dejan de canturrear.

El señor va al mercado para comprar alguna cosa, carne, fruta, pollo. La pollería está imposible, y se nota en la vitrina que no cuentan ya con el mejor producto. Más que pollos, parecen pollitos. El carnicero asegura que saldremos de esta, que ya nos iremos acostumbrando. Una señora dice sí, pero alguno se quedará por el camino. Bueno, mujer, no hay que pensar eso, dice el carnicero.

El señor avanza por la calle con sus bolsas observando a la gente, que en su inmensa mayoría sigue a lo suyo, sus paseos, sus terrazas, sus saludos efusivos, imagen que contrasta con el vídeo recién llegado de Italia en que un coche de policía patrulla las calles vacías.

El señor entra en su portal y cierra la puerta, cosa que venía haciendo para evitar la irrupción de okupas al acecho (según solicitaba una nota en el portal), pero ahora no tiene claro si la cierra por ese motivo o para evitar la entrada de infectados. 3.000 van ya en España, casi 90 muertos.

El señor, su mujer y sus dos hijos salen a última hora de la tarde a dar un paseo por el barrio. Hace calor. El señor y su mujer hablan fundamentalmente de asuntos relacionados con el virus. Los niños se lanzan con sus bicicletas por las pendientes gritando de alegría.

Irene Montero: infectada.
Pablo Iglesias: en cuarentena.
Ana Pastor: infectada.
Tom Hanks: infectado.
Pedro Sánchez: aislado para que no resulte infectado.

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