14/3/20

CORONAVIRUS, la serie. Episodio 6

5.200 contagiados en España, 133 fallecidos.

Nuestro señor luce barba, es un decir, y greñas, otro decir, pues lo cierto es que está calvo. Ya hacía días que venía necesitando de un repaso general con la maquinilla, pero ahora ha tomado la firme determinación de abandonarse completamente, de rendirse a un crecimiento capilar descontrolado, tan selvático como errático. La tentación de ensayar un naufragio doméstico es demasiado grande. Su mujer ha tratado de cortar la idea de raíz diciendo que ni de coña. Será interesante ver cómo se desarrolla esta subtrama.

El señor advierte que en las redes circulan menos memes y chistes, que a muchos no les hacen gracia ya si tienen a su padre ingresado o a su hermana doctora dejándose la piel en un hospital, y abundan las imágenes reales, aunque muchas no lo parezcan, como las de italianos tocando y bailando en los balcones, o las de centenares de familias que se fueron de excursión a la Sierra de Madrid,  o las de Ortega Smith haciendo gimnasia y asegurando que sus anticuerpos españoles acabarán pronto con este maldito virus chino.

Durante el desayuno, café, zumo y croissants a la plancha, la mujer del señor ha leído en voz alta el texto de una italiana que reflexiona sobre las cosas buenas que nos deja el virus, siendo una de las más valiosas precisamente el tiempo para reflexionar sobre qué aspectos deberíamos cambiar en nuestra vida y en nuestra sociedad. La mujer del señor no logra evitar que se le salten las lágrimas. Los niños no entienden el texto, pero al final aventuran: "¿lloras porque es bonito?"

El señor y su familia recogen (una escena trepidante), pasan la aspiradora (pura adrenalina), y acaban con las pequeñas hormigas que desfilan tras el sofá (una matanza que parece sacada de Salvar al soldado Ryan). La escalada de tensión llega a su apogeo cuando la hija del señor se lanza a fregar la casa como si no hubiera un mañana, poniendo en peligro real la integridad de todos, pero afortunadamente nadie resbala ni se descalabra, a lo sumo se descubre de pronto con los calcetines mojados.

El señor dedica parte de la mañana a hablar por teléfono con amigos, pero les cuelga en cuanto le dicen que lo suyo no será Covid-19, sino un catarro común. ¿Qué ganan quitándole la ilusión?, se pregunta el señor mientras se mesa la barba.

Aumentan los casos. 5.700 contagiados. 180 fallecidos.

Finalmente, a primera hora de la tarde, llega la noticia que todos esperaban: es la hora del confinamiento. Al señor, secretamente,  casi le alegra, porque en el fondo siempre ha fantaseado con ser un monje de clausura, o un vagabundo o un loco o un náufrago o un preso. Aunque es cierto que en ninguna de esas fantasías se veía acompañado de una mujer y dos niños.

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